Entre los muchos males con los que nos toca vivir estos días están las Fake News. Si, ellas, las noticias falsas de las que todo el mundo habla como algo abstracto, como si nadie fuera culpable de ellas, como si aparecieran en nuestra pantalla por arte de magia. Pero no, no hay nada mágico en ellas o en su forma de llegarnos.
Luego tenemos esos titulares alarmantes, atrayentes, que prometen tener una solución o desvelarnos la solución a todos nuestros problemas y que a poco que rascamos nos llevan a nada. Sí, hablo de la lucha por nuestro click con un gran titular, el Click Baiting. Estos sin ser una noticia falsa en si misma (hay veces que también) no ayudan a despejar el panorama, más bien contribuyen a taparlo.
Alguien debe ser el responsable de todo esto, ¿no?
Bueno, sigamos un orden lógico y hablemos del mensaje. Este suele venir de múltiples fuentes, pero seamos sinceros, nos llegan los lanzados por los más influyentes: empresas más reputadas, organismos públicos, corporaciones privadas, intelectuales…cualquiera que lance un mensaje, pero como digo nos llegan los que tiene más audiencia o saben cómo venderlo. Lo que en Lingüística se denomina emisor y aquí hemos obviado para dejarlo en “el mensaje”.
Este mensaje no nos llega porque sí. Es destripado, cortado, pegado, editado, ilustrado y finalmente distribuido por los medios de comunicación, las redes sociales, el “word of mouth” o boca a boca y se nos presenta en forma de anuncio, titular, mensaje, en pantallas, periódicos, conversaciones y cualquier otro soporte que imaginemos. Y claro, si a estas noticias “refritas” le sumamos que los profesionales del sector deben luchar porque su publicación obtenga los mejores datos de difusión posible entra en juego el ClickBaiting, que “exagera” todo el contenido hasta el punto de hacerlo irreconocible (siendo suaves).
Pobre lector, espectador, o en términos lingüísticos receptor del mensaje ante el panorama que tiene que enfrentar: ¿Qué creer?, ¿A quién creer? ¿Será verdad? ¿Será al menos verdad en parte? ¿Y si…? Entendámoslo, no es fácil. O estás muy cerca del punto donde se produce una noticia, o tienes fuentes directas, o hay que leer, ver y escudriñar muchas noticias para saber objetivamente qué es verdad y qué no. Ojo, tampoco es que existan las verdades absolutas, pero algo con aspecto de noticia con rigor. Tampoco pedimos tanto.
Bueno, muy bien, ¿y el culpable?
Pues como diría una noticia nacida en una redacción en plena batalla por tus clics diremos que no hay un único culpable. Pero no, no te vamos a defraudar. Nos vamos a mojar.
En nuestra opinión hay un claro culpable que es el que produce esa noticia, sabiendo que es falsa. Pero que lo hace por su propio interés, teniendo claro que no le pasará factura. En esto estaremos de acuerdo, siendo esta conducta reprochable, no podemos olvidarnos del medio de transmisión, o los medios (social media incluida). Periódicos, televisiones, radios, redes sociales, que inmersas en sus batallas por la audiencia publican, transigen y nos hacen llegar noticias que no se sostienen. Y sí, en la mayoría de los casos les da igual. Ellos también son culpables, pero nunca hablarán de ello, claro.
Pobre espectador. Pues no. Él también es culpable, en su justa medida, pero también lo es. Y no por el hecho de no distinguir una noticia verdadera de una falsa, sino por dar pábulo a noticias sin saber si son ciertas o no. En algunos casos inconscientemente y en otros a sabiendas todos difundimos y reenviamos noticias o mensajes sin tener en cuenta sus consecuencias.
Todos culpables, sí. No en la misma medida obviamente, pero todos podemos aportar algo para no seguir dejando que nos manipulen. Pensad.
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